Nada más llegar, como de costumbre, ella casi temblando se quito los zapatos y se sentó en la cama, apoyada en la pared, con su corto vestido se cruzo de piernas, pero asegurándose de no dejar nada al descubierto. Él, se quitó esa chaqueta negra o tal vez azul oscuro casi negro, encendió el aire, no quería ver como seguía acurrucada en un rincón, temblando por momentos (pues esa noche hacía frío, mucho frío). Mientras tanto decidió poner una de las muchas películas que tenía por la habitación y se echó en la cama.
Él, acostado, su cabeza apoyada en sus piernas, no miraba al televisor para nada, es más, parecía que intentara mantener un tipo de contacto visual o es probable que disfrutara contemplando a aquella chica. Esta sentía como su mirada buscaba la de ella, pero no quería mirar, así que hacía caso omiso a aquellos ojos y intentaba con todas sus fuerzas concentrarse en la película que estaba viendo. Pero a él parecía no interesarle a pesar de ser una de sus favoritas y decidió invertir la velada en acariciar las frías y pequeñas manos de la chica. Monótonos y largos minutos de caricias cuando de repente se incorpora y se sienta, mira la pantalla anticipándose a cada palabra de los personajes ya que se sabía los diálogos de memoria, alternando las miradas, ella, televisor, ella, televisor, ella y de nuevo al televisor, hasta que poco a poco la rodea con sus brazos y apoya la cara en su espalda al descubierto y intentado que ella no se percate (o quizás si) la besa. Repetidas veces, despacio, bajando por la columna hasta que se detiene. Ella disimula y mira como si nada la hora en el teléfono móvil y de repente, espontáneamente, sin pensar, saca un tema de conversación. Hablan sin encontrar el sentido de sus palabras, entre sonrisas, entre complicidad, pero hablan hasta que entran en el terreno de los pellizcos, bromas, su peculiar forma de mostrar afecto. Y entre todo, ella agacha la cabeza, con resignación, escondiendo su rostro entre el pelo y él se lanza de nuevo, pero esta vez al cuello, continuando lo que ella misma sin proponérselo ha empezado. Y nota como este intenta morderla, delicadamente, sin hacerle daño y sin querer, se estremece. Él se separa y en la oscuridad, a su lado, la mira, parece tan pequeña, tan blanca y frágil que es casi inevitable que este se ría por lo bajo, esa risa de autosuficiencia, risa ante tal reacción.
No sabe por que, pero en fin, esto podría llegar a ser un juego, un muy pero que muy entretenido y interesante juego.